El mercado de la soja se encuentra en una encrucijada crítica mientras los operadores
intentan descifrar el próximo gran movimiento. Por un lado, los alcistas apuntan al
impresionante repunte del aceite de soja, que vuelve a acercarse a sus máximos históricos
de 2023, y a los pronósticos de calor extremo en regiones clave de producción en EE.UU.
Por otro lado, los bajistas mantienen la cautela ante un panorama global de sobreoferta y la
posible formación de un doble techo técnico.
Los datos semanales de exportación de EE.UU. publicados recientemente por el USDA
mostraron ventas en el extremo inferior de las expectativas para la soja vieja (271.900
toneladas), aunque mejores a lo esperado para la nueva cosecha (529.600 toneladas). Aun
así, no fueron suficientes para disipar las dudas que nublan el panorama.
Uno de los mayores desafíos estructurales sigue siendo la creciente acumulación de harina
de soja, con un exceso de oferta que presiona los márgenes y mantiene al subproducto
como el “rezagado” del complejo sojero. Mientras tanto, Sudamérica continúa expandiendo
su frontera agrícola y sumando hectáreas productivas, lo que amenaza con agravar aún
más el exceso global del poroto y de la harina.
China, el principal comprador mundial de soja, también siembra incertidumbre. Además de
trabajar activamente para reducir su dependencia de importaciones desde EE.UU., nuevos
rumores indican que un posible acuerdo comercial entre ambos países podría demorarse
hasta octubre o noviembre. Esta falta de claridad genera nerviosismo entre los operadores y
limita la toma de decisiones de venta.
Desde el punto de vista técnico, los traders están divididos: algunos temen que el repunte
del aceite de soja sea solo una ilusión temporal, mientras que otros creen que apenas
estamos viendo el comienzo de un nuevo ciclo alcista. En este contexto, muchos
productores están atentos a señales claras que les permitan fijar precios con más confianza.