La calidad de la carne argentina es un valor reconocido ampliamente a nivel mundial. No
fue magia, hubo décadas de adaptación de razas, selección genética, mejoramiento
forrajero y otros aprendizajes de los ganaderos argentinos. Pero lo que está en discusión
ahora no es la calidad y el sabor sino el impacto ambiental y el modo de producción en un
mundo sin margen para admitir ineficiencias en el uso de los recursos y con sensibilidad
en alza por el bienestar animal. Los productores están dispuestos a transitar ese camino y
tienen con qué.