La ola de calor de marzo fue de las más agresivas que se recuerde, e impulsó a tener un otoño de los más caluroso jamás registrados.

El inicio del otoño encontró a los suelos del país en una situación deplorable respecto al almacenaje de humedad. Solo una pequeña porción del sur de Buenos Aires había logrado terminar con superávit el verano mientras la sequía se recrudecía en gran parte de la zona más productiva de Argentina.

Con el correr del otoño, las lluvias de a poco volvieron a ser más frecuentes, primeramente en el nor-noroeste argentino, luego en otros sectores como Córdoba, antes de entrar a la etapa bien seca del año allí. Recientemente, la zona núcleo, que era la más postergada y necesitada de agua, tuvo un cierre de mayo fuera de todo pronóstico, con un evento extraordinario de lluvias generalizadas y abundantes por varios días, que logró dejar hasta 300 mm en algunos puntos del sur de Entre Ríos.