La cadena porcina vive un escenario que combina precios elevados en los mostradores, incremento de las importaciones, pérdida de competitividad a nivel exportaciones y un mercado brasileño con una gran oferta.
A finales de 2023, el precio de la carne vacuna comenzó a reacomodarse, a partir de una fuerte suba en el precio de la hacienda, que llegó a romper la barrera de los $2.000 el kilo.
Tras este incremento, los valores tanto en Cañuelas como en las carnicerías bajaron y por el momento se mantienen estables.
En este contexto, la carne de cerdo enfrenta un escenario de “tormenta perfecta”, que combina precios elevados en los mostradores, incremento de las importaciones, pérdida de competitividad a nivel exportaciones y un mercado brasileño con una gran oferta.
Para el consultor Juan Luis Uccelli, titular de JLU Consultora, el panorama que se presenta para esta cadena de valor es compleja, porque los valores de la carnes porcinas y vacunas se acercaron demasiado: esto es, luego de la fuerte suba en diciembre, los cortes bovinos tuvieron un fuerte retroceso mientras los porcinos seguían subiendo.
En la última década consideró que se aceptaba una diferencia entre ambas opciones del 10%, pero el público descubrió que se trata de una carne más barata y ahora solo la compra si la diferencia es un 20% con respecto a la carne vacuna.
Uccelli puso números para ejemplificar esta conducta. “Si el asado está a $6.000, el pechito tiene que estar menos de $4.200 para ser comprado, pero como pasó en un momento en que ambos precios eran similares, no eligen el cerdo”, sintetizó.
En estos días, estimó que los valores de venta al público de la carne porcina empezaron a retrocecer -como ya hizo la cadena aviar- para sumar volumen de venta en los mostradores.